Juana Josefa Cipitria y Barriola nace en Andoain (Guipúzcoa) el 31 de mayo de 1845 en una familia humilde. Siendo aún joven, deja su tierra para ir a trabajar a Castilla con el fin de colaborar en la economía familiar: Burgos y Valladolid, dos ciudades para servir y crecer. Dotada de una gran sensibilidad hacia los más necesitados, las situaciones de cuantos viven cerca no le son indiferentes; por eso, incluso con el riesgo de quedarse sin trabajo, dirá “donde no hay sitio para los pobres no hay sitio para mí”.
Su deseo de hacer lo que Dios quiere es el único motivo que mueve su vida. El 2 de abril de 1869, en la iglesia de “El Rosarillo” en Valladolid, ante el altar de la Sagrada Familia, le pide al Señor una vez más que le aclare cuál es su voluntad, su lugar en el mundo. Y siente el deseo: “Fundar una Congregación con el nombre de Hijas de Jesús, dedicada a la salvación de las almas, por medio de la educación e instrucción de la niñez y juventud”.
Será en Salamanca, el 8 de diciembre de 1871, cuando con otras cinco mujeres comience su aventura, sólo con la confianza que da el saber que lo que emprende es “lo que Dios quiere”. De esta manera y con el nombre de Cándida María de Jesús, esta mujer de poca cultura y pocos medios materiales funda la Congregación de las Hijas de Jesús en una de las ciudades universitarias más importantes del siglo XIX. La exclusión de la mujer y de las clases económicamente débiles de los ámbitos de la enseñanza mueven a la Madre Cándida a iniciar este camino.
Y muy pronto lo que comenzó en Salamanca se extiende por toda la geografía española. Más tarde, el 3 de octubre de 1911 salen las primeras Hijas de Jesús para Brasil, haciendo realidad su sueño: “Al fin del mundo iría yo en busca de almas”. El 9 de agosto de 1912 muere en Salamanca la Madre Cándida, mujer sencilla y valiente que hizo de su vida una constante entrega a la voluntad de Dios.